Me he propuesto iros hablando de algunas
obras que voy devorando, como ávido e incesante lector que soy, que no se
encuentran entre los top de las obras
más famosas, todas ellas de carácter fantástico. Porque sí, me encanta leer
todo tipo de libros, pero mi debilidad es, como no podía ser menos, la
literatura fantástica (especialmente la épica medieval) y los simbolistas de
finales del XIX y principios del XX, décadas en las que pienso se creó la mejor
literatura.
La obra de la que vamos a hablar es la
trilogía de La Rosa del Profeta.
Esta trilogía fue creada por los famosos Tracy Hickman y Margaret Weis, más
conocidos por su magnífica saga de libros Dragonlance,
que tantas buenas horas ha dado a miles y miles de lectores. Esta trilogía cuenta con su fecha de inicio
en el año 1988, y desde el principio se escribió como una trilogía (no como el
caso de La Espada de Joram, anterior, que parecían ser tres libros y finalmente acabaron siendo cuatro). Lo más destacable de la obra, ya desde el
inicio, es su escenario: la dupla de autores nos transporta al escenario de Las
Mil y una Noches, un mundo creado para este fin y que nunca volvió a ser usado
por los autores. Vamos, lo que sería un mundo de carácter arábigo, con sus
nómadas, sus desiertos inmensos, sus genios y sus tribus pastoriles. Como menos,
es llamativo.
La historia gira en torno a la lucha entre
diferentes fuerzas a lo largo de varios planos, y no entendamos esto como algo
de facto. Con planos me refiero a los diferentes niveles en los que se mueve la
historia, algo que ambos autores usan como recurso con bastante asiduidad. Más
aun si cabe en este mundo, en el que leeremos en muchas ocasiones las intrigas
que se llevan a cabo entre ellos, entre los propios mortales (sobre los que
gira el peso argumental) y sobre el nivel intermedio, conocido como Inmortales,
y que son creaciones propias de cada dios.
Vale, vale, parémonos un momento. Imaginemos
el mundo como una gran gema de 20 caras. Cada una de estas representa un dios,
y cada uno de esto tiene su opuesto en la otra cara. Así, existe Promenthas
como dios del Bien Supremo, y Astafás como el dios del Mal. Imaginemos eso con
todo y tendremos la cosmología lista. Cada uno de estos dioses creó una serie
de criaturas inmortales que usasen su poder como transmisores con los mortales.
Porque sí, el primer detalle que me llamó la atención es lo cercano que se
encuentran las relaciones entre dioses y sus creaciones: interactúan, se
preocupan, y esto se plasma de forma espléndida en la historia. Hacía tiempo
que no veía algo tan claramente tipificado: normalmente representamos a las
divinidades como entes más allá de todo, que ayudan de forma tan indirecta que apenas
se percata que están allí. No es el caso de esta obra.
La historia comienza con dos de los dioses a punto de morir,
ya que sus seguidores han perdido la fe en ellos. Los otros dioses se reúnen
para hablar e intentar buscar una solución, pero cuando aparece Akhran el
Errante y acusa a Quar de ser obra suya, estalla la
polémica y surgen los enfrentamientos. Akhran sólo encuentra un modo de salvaguardarse de los
planes de Quar (dios de la Realidad y la Avaricia), quién realmente está
buscando hacerse con la fe de todos los mortales en él (y anular a los que no
lo hagan) para así convertirse en el Dios Único, y decreta que el príncipe Khardan y la
princesa Zohra, pertenecientes a dos clanes ancestralmente rivales, deben
casarse. Aunque la primera reacción de los protagonistas, así como la de sus
familias, es de rebeldía, por fin acaban doblegándose a su voluntad, y se
comprometen a mantener esa unión al menos hasta que florezca el legendario
cactus conocido como la Rosa del Profeta.
Así comienza esta historia, y ya comenzamos a
ver como los mecanismos comienzan a surgir en la propia historia. Lo primero a
destacar es que el argumento no es nada atípico: se desatará una batalla y se
juzgará el final del mundo o su salvación. Para reservarme la posibilidad de
que lo leáis, no desvelaré nada más del argumento y me centraré en mencionar
los elementos que más me llaman la atención.
En todo momento, la obra va girando siempre
sobre tres elementos que interactúan sobre sí mismos y buscan el conflicto y la
solución. La dicotomía a la hora de tomar decisiones oscila de un lado a otro;
Khardan es orgulloso y valeroso, al igual que Zohra. Ambos personajes chocan
muchísimo por ser similares, y será Mateo (quién, por cierto, es homosexual) el
que se dedique a complementar el equilibrio entre ambos como factor externo.
Entre los inmortales, que cuentan con una importancia inusitada (colocándolos
en el segundo nivel) las creaciones de Akhran, los genios, toman partido de un
lado mientras luchan contra las creaciones de Quar, y junto a ellos, lo hace un
ángel del dios del Bien, elemento fundamental en la relación. Entre los dioses
es el propio Akhran el que representa el tercer elemento entre la lucha con
Quar y el resto de divinidades. Siempre me han gustado las historias que buscan
la participación del argumento de forma activa en muchos grupos de
protagonistas, entre los que aunando fuerzas aun sin saberlo dan con el éxito
de su misión. No cargar todo a tres tipos que parecen tan invencibles que se dedican
a limpiarte la ropa tras derrotar al malo definitivo de turno. En definitiva,
la atomización de la importancia de los personajes para un desarrollo concreto
es muy visible en esta trilogía, y puede resultar agradable.
Que Weis y Hickman se tomaron esta obra en
serio no es decir una insensatez. En las ediciones que yo he leído (Timun Mas) se adjunta por parte de los
autores un auténtico glosario de términos que usan durante todas las obras, y
que van desde fórmulas de cortesía hasta insultos. Algo muy de agradecer si lo
que pretendemos es sumergirnos en este mundo. Los personajes hablan con total
naturalidad con sus respectivas denominaciones, que refuerzan la inmersión del
lector. Fijaos que entre ella está, como ejemplo, la idea de Yihad (Guerra Santa) como lucha de Quar
contra el resto de dioses. ¿Os suena de algo?
A todo ello hay que unirle una historia con
un buen ritmo, que decae algo en el primer libro sobre todo (le cuesta
arrancar) pero que encuentra una buena ascensión durante el segundo, culminando
con un buen final. Como en todo hay críticas, la conclusión de la obra me
pareció algo obtusa y muy corta, dejándote con ganas de saber más sobre
personajes que habían actuado como auténticos protagonistas en el desarrollo de
esta. Además, la obra adolece de cierto sentido del humor que a muchos puede
echar para atrás, sobre todo si han leído obras tan "serias, honorables y preponderantes" como Juego de Tronos. Los chistes y las situaciones cómicas se
entrelazan con total naturalidad, y entiendo que esto no tenga por qué gustarle
a todos.
¿Mi consejo? Que le deis una oportunidad al
primer libro. En la edición ya mencionada, no llegan a 1200 páginas en total
los tres. Se hace muy interesante de leer para descansar entre tocho y tocho de
otras obras de literatura fantástica o, si lo preferís, como respiro al mismo
tema de siempre (vamos, que todos sabemos que la literatura medieval fantástica
rezuma clasicismo en vena). Lo original de su presentación es la ambientación,
no el contenido, pero esto se hace suficiente para que podáis echar un buen
rato. Además, y ya entrando en temas roleros, nos presenta un auténtico
escenario en el que poder desarrollar partidas. Personalmente, una vez leída la
obra por completo, tuve la idea de generar a través de esta alguna campaña de
especial relevancia, y aun sigo dándole vueltas. Creo que cualquier sistema de
licencia OGL o similares serviría a las mil maravillas (AelMdE, el propio
D&D, T&M, cualquier retroclon parejo, etc.) Tenéis el mapa montado,
varias ciudades descritas y una cosmología bien montada, pero carece de la
suficiente ausencia de contenidos para que nosotros le demos las vueltas
necesarias y añadamos al gusto. Una buena oportunidad de llevar algo diferente
a nuestra mesa de juego.
Me ha encantado leer tu reseña sobre esta trilogía, calló en mis manos hace casi cinco años y, como bien dices, me costó arrancar bastante con el primero, sin embargo ahora que la he vuelto a leer, puedo decir que he devorado los tres libros dándome cuenta de la gran riqueza de matices que tienen y en los cuales no me había fijado.
ResponderEliminarMateo siempre será mi personaje favorito, aunque su final en los libros me deje con un regusto amargo; de la misma forma Pukah y Auda Ibn Jad se ganaron un lugar en mi memoria.
Ha sido un auténtico placer encontrar a alguien (¡Por fin!) que ha disfrutado de "La rosa del profeta" al igual que yo.
Att:
María.
Ayla, en primer lugar, bienvenida.
ResponderEliminarTe agradezco tu comentario. Es un sentimiento mutuo: ¡no conocía a nadie que le hubiese dado siquiera una oportunidad! Tal y como planteas, Mateo es un personaje muy bien desarrollado que se encasquilla, si permites la expresión, al final del libro. A su vez, los djinns y demás seres semidivinos son muy interesantes de reflejar en reflexiones posteriores, es decir: el gran acierto de la trilogía, para mí, es ejemplificar los tres niveles de poder de dicho mundo en diferentes protagonistas. Y se consigue con tanta facilidad que asombra y gusta, para qué engañarnos =)
Es curioso como me animan este tipo de comentarios a seguir haciendo reseñas literarias.
¡Un saludo!
Vaya! Yo me lei esos libros, hace ya muchos años,me gustaron mas que los de la Dragonlance, me gusta mucho el ambiente que crean en esos libros y la verdad es que siempre he esperado mas libros como continuacion, (he encontrado esta pagina buscando una continuacion,cosa que hago de vez en cuando).
ResponderEliminarMi personaje favorito es Asrial, ademas lo suelo utilizar como nick en los juegos Online.